Vivimos en nuestra región un episodio que nos restregó en la cara lo lejos que estamos de tener, en nuestro sistema educativo, los parámetros necesarios tanto para el desarrollo adecuado de nuestros niños y jóvenes, como los niveles mínimos de empatía para una sana convivencia escolar.
Y es que la conmovedora historia de Catalina Vallejo, quien sufre de parálisis cerebral y fue reprobada con un 2 en un dictado en su escuela, se transformó rápidamente en un símbolo de los errores profundos que todavía tiene la educación en nuestro país.
Desde la formación de los profesores, pasando por el sistema en sí, hasta la manera como ha enfrentado el Estado y el mundo político la necesidad de hacer los cambios necesarios tras décadas de evidencias de malos resultados desde el punto de vista académico así como también sobre el acceso equitativo y justo a un derecho tan básico como es la educación.
Quizás, ante esta evidente negligencia de quienes han ostentado el poder para querer cambiar esta realidad, sería prudente que quienes tienen un cargo público debieran tener a sus hijos solamente en establecimientos públicos, para ver si la convivencia diaria con las sombras de la educación los incitan a dar los pasos de frente para avanzar en los cambios y no seguir, como hasta ahora, zigzagueantes, según le dictan sus intereses privados, ideológicos o religiosos.
Podríamos extender también esta exigencia a la salud y vivienda… de seguro, tendríamos otro Chile.
Udo João Gonçalves Flores
director@chasquis.cl