El Informe de Circulación de Virus Respiratorios del Instituto de Salud Pública (ISP), emitido hace unos días atrás, entrega cifras recogidas en una muestra de 4.402 casos para virus respiratorios, de los cuales, el 52,2% de esa muestra resulto positiva con un 46% para Virus Respiratorio Sincicial o VRS con 1.057 casos. Le siguen la Influenza A (con 690 casos), Adenovirus (con 247 casos) y Parainfluenza (con 161 casos), y otros en menor cuantía como son el Metapneumovirus, Influenza B y finalmente el SARS-CoV-2 con un 0,8% de los casos positivos.
Estas cifras son más fáciles de entender si las comparamos con el año anterior en el mismo periodo o semanas y lo que vemos es al menos relevante, dado que el aumento de las afecciones respiratorias por presencia viral de este año es de un 49,4% superior comparado con el año 2022, siendo el grupo de niños y niñas más afectado con un 26,9%, el grupo de 1 a 4 años.
Lo anterior nos invita a preguntarnos ¿Qué variables pueden haber intervenido en este aumento significativo de enfermedades respiratorias en los niños y niñas menores de 5 años de nuestro país? Y sin duda, una de las postulaciones es que pudiese ser una consecuencia indirecta de la Pandemia.
El confinamiento que vivimos desde el año 2020, así como las medidas complementarias que adoptamos, como uso de mascarillas y lavado de manos frecuente, tenían como objetivo evitar o al menos disminuir la propagación de Sars-Cov-2. Pero con esto, también evitamos la propagación de los otros virus, por lo que los niños y niñas no tuvieron las oportunidades que les permitiesen desarrollar la inmunidad esperada, como es la inmunidad contra el VRS. Esto, sumado a el “salto estacional” que algunos especialistas postulan que se produjo en la incidencia del virus respiratorio sincicial. Tanto es así, que algunos médicos como el Dr. Cody Warren, virólogo e inmunólogo postdoctoral de la Universidad de Colorado, han postulado que esta suerte de “pausa” en la aparición del virus y en el desarrollo de la inmunidad infantil, es debido en parte por las extremas medidas de higiene que llevó adelante la población durante prácticamente dos años. Aunque también existen otros factores que pueden influir en este fenómeno, como son la alimentación de los niños/as, la genética, el entorno en el que se desarrollan, entre otras, los que colaboran en fortalecer o disminuir nuestro sistema inmune.
Y si bien el año 2022 se dio inicio al retorno a las actividades, este año 2023 el regreso presencial a los distintos ámbitos, como los escolares, salas cuna etc., ha sido prácticamente completo. Y estos contextos, son en gran medida, una fuente importante de contacto y contagio entre niños y niñas, los que, por las cifras emitidas por el gobierno, debemos al menos inducir que ha existido un aumento en la susceptibilidad de los menores ante las infecciones como el VRS. Por ende, estamos iniciando la temporada de invierno con niños y niñas particularmente vulnerables ante los virus y en particular el VRS, lo que refuerza la hipótesis de que la pandemia nos dejó una importante brecha en materia de inmunidad.