Mi interés por la nanotecnología surgió durante mi maestría en la universidad. La disciplina me cautivó por sus propiedades únicas y su potencial para múltiples industrias. Además, estos nanomateriales ofrecen una amplia gama de aplicaciones y pueden reutilizarse.
Por ello trabajé con nanocompuestos para el tratamiento de aguas residuales durante mi doctorado. Gracias a la gran superficie de las nanopartículas, los contaminantes se degradan más rápido que con materiales convencionales, lo que genera beneficios directos para la sociedad. Ese impacto me impulsó a seguir profundizando en este campo.
Hoy trabajo en el Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá. La institución nos ha permitido avanzar con autonomía en nuestras líneas de nanotecnología, y tanto el rector como las autoridades universitarias han apoyado de manera constante nuestras actividades científicas.
En los últimos seis años, conformamos el grupo “Nanotecnología y materiales funcionales” en el IAI. En él colaboran conmigo el reconocido profesor Dr. Saravanan Rajendran y los investigadores Drs. D. Manoj y R. Suresh, quienes figuran de manera estable entre el 2% de científicos más citados del mundo según la Universidad de Stanford.
Como equipo, hemos editado 13 libros internacionales con más de 30 capítulos, publicado más de 200 artículos en revistas Q1 y adjudicado dos proyectos Fondecyt. Actualmente investigamos cómo aplicar la nanotecnología y los materiales funcionales a problemas vinculados con energía, medioambiente y salud.
Dentro de nuestra labor, hemos priorizado estudiar nanomateriales y sus aplicaciones sustentables. Así llegamos a los MXenes, materiales bidimensionales con propiedades excepcionales y alta biocompatibilidad. Su gran superficie y estructura porosa los convierten en candidatos ideales para biosensores, dispositivos portátiles y aplicaciones avanzadas en salud.
Nuestro trabajo se centra en el uso de nanomateriales para la producción y almacenamiento de energía, el tratamiento de problemas ambientales y la generación de soluciones saludables para la población. A partir de datos geográficos, hemos buscado enfrentar la contaminación del agua en el norte de Chile, especialmente en las zonas áridas de Arica y Parinacota.
Investigamos la degradación de contaminantes como arsénico y boro en aguas superficiales y subterráneas, ambos riesgos graves para la salud humana y los ecosistemas. Dada la alta radiación solar en Arica, también sintetizamos nanomateriales para almacenamiento energético en baterías y supercapacitores. Asimismo, estudiamos propiedades antibacterianas frente a bacterias y hongos presentes en cuerpos de agua.
Nuestro objetivo es avanzar hacia el desarrollo de filtros de agua y, en el futuro, fabricar celdas solares y reactores de división de agua para producir hidrógeno. Aunque abordamos desafíos globales como la contaminación, las energías alternativas o enfermedades microbianas, lo hacemos desde la perspectiva de un territorio específico: el extremo norte de Chile.
Contamos con laboratorios para preparar y caracterizar materiales, aunque dependemos de instituciones mayores para pruebas avanzadas. Por eso planeamos postular a fondos que fortalezcan nuestras instalaciones. Como parte de este crecimiento, ya hemos evaluado materiales para filtros y proyectamos diseñar nuestras propias celdas solares y dispositivos de almacenamiento energético como baterías y supercapacitores.
Este trabajo debe continuar, sobre todo promoviendo el interés de nuevas generaciones. Quienes deseen dedicarse a la ciencia aplicada deben identificar los problemas de su región, revisar la literatura existente y proponer ideas propias. También pueden acceder a grandes centros colaborando con universidades reconocidas y postulando a becas o fondos que apoyen su formación. Los programas universitarios pueden ser clave para profundizar sus investigaciones y abrir nuevas oportunidades científicas.