Estas imágenes —el antes y el después del Parque Nacional Torres del Paine— resumen mucho más que un cambio en el paisaje: reflejan el impacto real del trabajo colaborativo. Hace 13 años, tras la catástrofe del incendio que arrasó parte de este ecosistema único, nació Fundación Reforestemos, en ese entonces bajo el nombre de Reforestemos Patagonia. Surgimos como una reacción urgente ante la emergencia, pero también como un acto de esperanza. Nos unimos como ciudadanos, instituciones y empresas, impulsados por la certeza de que restaurar lo perdido era un desafío transversal.
Mientras crecían las primeras lengas que plantamos en estas tierras australes, crecíamos también como comunidad. Fue entonces cuando comprendimos el enorme trabajo que había por delante. La deforestación es hoy la segunda causa del cambio climático, y restaurar nuestros bosques nativos se ha vuelto una de las acciones más eficaces para enfrentar esta crisis.
Por eso, durante estos años abrimos camino más allá de la Patagonia: llegamos a 12 regiones del país, 176 comunas, y cruzamos fronteras hacia Argentina y Perú. Pero este camino no lo recorrimos solos. La comunidad ha sido el motor silencioso y constante de cada hito logrado, desde quienes donaron un árbol, hasta quienes subieron cerros con palas al hombro para plantar con sus propias manos.
Hoy, con el mismo orgullo que hace más de una década, reafirmamos nuestro compromiso con CONAF Magallanes para continuar la reforestación de Torres del Paine. Pero este anuncio es mucho más que una renovación de alianza: es un símbolo de lo que hemos construido juntos. Es volver al lugar donde todo comenzó, con raíces más profundas, con una comunidad más grande y más conectados que nunca con el propósito que nos moviliza.
Que este antes y después no sea un punto de llegada, sino un llamado a seguir. Porque restaurar nuestros ecosistemas es también restaurar sociedad. Y ese desafío nos necesita a todos.
