Cada vez más, parece que la política del país se traslada a las redes sociales.
Las grandes concentraciones y discursos de Estado de los ‘70 y ‘80, dieron paso a una tribuna que se fue reduciendo, primero, a los medios de comunicación en los ’90 y principios de este siglo, para, finalmente hoy, concentrarse en gran parte en las redes sociales.
Un cambio de hacer política que no solamente disminuyó el intercambio directo entre los líderes y las masas, sino que también fue reduciendo los discursos e ideas al límite de los 280 caracteres que permite Twitter.
Se trata de una realidad preocupante que termina definiendo las políticas públicas por la cantidad de “me gusta”; signos de aprobación que nacen muchas veces de los prejuicios de las personas y no de del conocimiento o de los argumentos, debido a las debilitadas propuestas que se propagan al amparo de frases hechas o slogans que permiten los espacios de las aplicaciones tecnológicas.
Y lo que es peor, una masa de cuentas de personas inexistentes que actúan como mercenarios donde, además, las noticias falsas o fake news contaminan la verdad e incitan los instintos primarios de los ciudadanos.
En fin, vamos por un camino peligroso en la política que, en vez de revertir el descrédito que ya tiene en la ciudadanía producto de los actos de corrupción, clientelismo y falta de ética, termina por degradarse aún más al mostrar su debilidad de discurso y acción en el aparente facilismo de trasladar su quehacer a unos memes en las redes sociales.
Udo João Gonçalves Flores
director@chasquis.cl
